Mi paciencia nunca es bastante.
Miro mis pies por delante.
El taladro del hotel ya se ha ido.
Sigue una ruta de gente entremezclada
y vías sin terminar.
Un poco de ajedrez, para la estrategia.
¿Estrategia de quienes, para hacer qué?
Nadie lo sabe
y sin embargo,
nadie lo averigua.
(y yo tampoco, gracias.)
Cuando giras noventa grados hacia la derecha
ves esa multitud, no siempre heterogénea
(como pareciera ser)
más bien te quedas con la perspectiva de ser algo ajeno,
pero que también podrías encajar, (¿por qué no?)
Y te cansas de hacer tanto paréntesis en tu análisis.
El frío de Mayo tiene una calidez un tanto peculiar
y peculiar digo, porque me es casi familiar a tu lado.
Contigo el frío es nadie,
como esa gente entremezclada y homogénea
que se concentra en un punto más bien vacío y llano
(ni siquiera es preciso, qué barbaridad).
Tus manos tibias abrigan las mías,
(le has quitado protagonismo a mis bolsillos)
Tu caminar sin quiebre acompaña a mis pies.
A todo esto le hace falta algo
Algo que lo haga concordar
con el paisaje turístico, el ajedrez y el taladro invisible
pero es que, sin duda alguna, este frío de Mayo
nos tiene a ambos sin combustible.