Cuando estábamos juntas, no sabías cómo hacer, pero me desvestías con cuidado y me tocabas con cierta discreción para no despertar la atención de nadie. Estábamos juntas, sólo necesitabas tus dedos y tus brazos para sostenerme firme. Yo cantaba algunos acordes y silbaba delicados arpegios, mientras tu tímida voz se asomaba a ratos para acompañarnos en la melodía, la una a la otra.
Sé que me extrañas. Sé que me necesitas. Sé que tu voz implora mi presencia en tu habitación, tenerme en tus brazos y tocarme con esos dedos torpes, ese ritmo de poca experiencia y esa dulzura de aprender.
Ya falta poco. Me llevarás contigo y volveremos a ser compañeras.