Fue como la vida nuevamente, aprendiendo a ser, a caminar, a volver a sentirse algo para lo cual rellenar espacios vacíos en el colchón. A pies descalzos sobre arena fría, húmeda, llena lluvia, de lágrimas del cielo, de llorar cansado de la tarde gris, del pensar agobiante, del aire viciado de los dos.
Sentirnos tibios otra vez, es como cuando se nace, cálido, húmedo, pero por sobretodo, íntimo. Aromas suculentos que luego descansan, depositándose agotados, pero enérgicamente sobre el regazo del otro, sintiendo cada célula, cada pelo, cada pequeño suspiro, el arrítmico respirar de un gramo de locura.
El aire viene y va, vuelve, te acaricia las mejillas, revuelve tu pelo, sincroniza tus pasos. Seamos dos almas que se mezclan en una sola, y vivamos para poder contarlo al mundo, pero con silencios que gritan de emoción.