"Te contaré algo.

Te contaré algo que no le he contado a nadie nunca.

Algo que no me he contado ni a mí mismo

y que ni siquiera he escrito porque no he podido.

Se trata de algo extremadamente simple y

monófono y por eso creo que no he podido.

Se trata de lo que no he puesto.

De lo que no he podido poner nunca.

De lo que siempre queda fuera, se me queda afuera.

De lo que no he podido incorporar.

Y se trata sobretodo de historias o recorridos

a pie o líneas sinuosas dificultosamente apenas

que bordeando piedras insignificantes avanzan

imperceptibles por la berma más torpe,

de la más fome, de la más lacia de las veredas.

Se trata de la inconsciencia mía y de la luz."



Claudio Bertoni


Tuíter

jueves, 15 de noviembre de 2012

Hemos creado un monstruo


Ciertamente conocemos la vida como algo propio de todo aquello que no ha creado el hombre. Es decir, la naturaleza. Sin embargo, no nos conformamos: dibujamos el sol con un rostro humano, creamos máquinas robotizadas, osos de peluche que nos expresan amor, muñecas con forma de bebés que lloran, que toman leche de una mamadera, que cagan y que además ahora crecen. Entonces ¿qué buscamos? ¿No estamos contentos con lo que somos o de cómo “nos crearon”? ¿Necesitamos proyectarnos en algo creado por nosotros mismos? ¿Tan sublimes nos sentimos al alterar el azar del tiempo y el espacio? Sinceramente creo que buscamos reconocimiento o una aprobación anónima de algo que posiblemente será considerado como un logro.
Cuando pasé por la juguetería y vi decenas de cajas con muñecas de plástico -cuyas habilidades eran fascinantes, ya que superaban las expectativas de cualquier niño prodigio-, imaginé qué pasaría si alguna vez escuchara a una llorar y que de repente comenzara a gatear. Moriría de miedo y seguramente gritaría como niña de cinco años, mientras corro hacia una próxima salida. En fin, las miraba con sigilo, como si estuviera al acecho de algún movimiento sospechoso. Por supuesto nunca lo hicieron. Lo percibí porque detenidamente me acerqué a una de las cajas, leyendo cuidadosamente todos sus anuncios y justamente uno decía: no incluye pilas... ¡Pilas! Ese era el elixir que tanto buscaba, he ahí el elemento primo de su vida artificial, la sangre biónica de aquella guagua plástica.
Comprendí que lo natural no puede mezclarse homogéneamente con lo artificial, y artificial es todo lo que hace el hombre, es decir, un proceso terciario dentro del medio. Nacimos de la tierra y pensamos que con pasto sintético salvamos algunas tareas, tareas sin duda creadas por el hombre, pensadas e ideadas por mamíferos de encéfalo altamente desarrollado y pulgar oponible. Así no se puede. Ni siquiera nos detuvimos a pensar en donde vivimos. El azar de la creación de cualquier ser vivo es sagrado y hermoso, porque si eligiéramos cómo nacer, cómo ser o cómo reaccionar, todo sería aburrido. Ya ven cómo las niñas se aburren rápidamente de la muñeca cuando ya descubren que gatea, llora, come y defeca. Faltaría una que lance insultos al azar, pero para eso no estamos preparados. Somos muy chimpancés todavía.